El Viejo Lyon

 
    Lyon, Ciudad Patrimonio de la Humanidad desde 1998, guarda el mayor conjunto renacentista de Europa, conservando los singulares traboules, pasajes que atraviesan el interior de los edificios, permitiendo el acceso de una calle a otra. La ciudad de Lyon emplazada a orillas de los ríos Ródano y Saona, está considerada la capital de la seda mundial y gastronómica de Francia, cuna de los chefs más conocidos y con sus afamados bouchons, donde hacer un alto en el camino para disfrutar de la gastronomía local.

  Atravesamos el río Ródano, camino del Viejo Lyon, salpicado de bellos puentes, engalanados con conjuntos escultóricos. A orillas del caudaloso río se levanta el Ensanche de la ciudad, con amplias avenidas, plazas con encanto, edificios notables y cuidados jardines donde los lioneses disfrutan del buen tiempo.

    Seguimos el camino que nos conduce a la Presquile, la península, delimitada por los ríos Ródano y Saona. Conformada por edificios nobles como la Ópera y el Teatro Celestin, que nos recuerdan el pasado burgués de la bella ciudad y su famosa Plaza Bellecour, una de las mayores plazas de Francia, presidida por la estatua ecuestre de Luis IV y de donde parten las principales calles comerciales de la ciudad.

  Enclavado entre el río Saona y la colina de Fourviere se alza el Vieux Lyon. Desde los márgenes del río se contemplan los hermosos puentes que atraviesan el río, el de Saint Georges, con vistas a la iglesia neogótica, del siglo XIX y el puente de Bonaparte que nos conduce a la Catedral de St. Jean, y la bella estampa de la colina de Fourviere, donde se alza en lo más alto la basílica de Notre Dame.

    Atravesamos el puente de piedra de Bonaparte para adentrarnos en el corazón del Viejo Lyon, no hay que caminar mucho para llegar al antiguo ágora de la ciudad, que se concentra en torno a la Catedral de Saint Jean, de estilo gótico, construida entre los años 1180 y 1480, en su interior conserva un curioso reloj astronómico medieval del siglo XV, que hoy funciona a la perfección, provisto de autómatas que se mueven a las 12, 14, 15 y 16 horas. No podemos dejar de admirar sus impresionantes vidrieras de colores y en su exterior, situadas en el tímpano, las imágenes talladas de ángeles tocando instrumentos musicales, que decoran su rico pórtico y que se conservan, algunos de ellos, en buen estado.

   Continuamos la ruta por el barrio histórico por la siempre bulliciosa rue St Jean, la principal arteria del Vieux Lyon,una calle estrecha en la que se agolpan los edificios renacentistas, con lujosas fachadas, rehabilitadas en tonos pastel, patios interiores con escaleras de caracol, que nos recuerdan la influencia italiana en la ciudad. Hoy en día acogen en sus bajos cafés, restaurantes con animadas terrazas y tiendas de artesanía local.

  En el Viejo Lyon se conservan los conocidos traboules, singulares pasajes en forma de túnel, que atraviesan el interior de los edificios , permitiendo el acceso de una calle a otra. Ésta fue la ingeniosa solución ideada por los lioneses en la Edad Media ante la falta de espacio. También, eran utilizados para transportar la seda cuando las condiciones meteorológicas eran adversas. Francisco I convirtió a Lyon desde el siglo XVI en un importante centro en la producción de la seda, llegando a contar en el siglo XVIII con ocho mil telares. Sin salirse de la ruta, en la misma calle St Jean, encontramos alguno de estos pasadizos, nosotros visitamos los situados en los nùmeros 50 y 54, este último más largo porque comunica con la calle paralela, rue du Boeuf.

    Callejeamos por las estrechas y laberínticas callejuelas de la parte más antigua de la ciudad, hay que mirar a todos los lados para descubrir en las esquinas de los edificios rehabilitados, las hornacinas que contienen curiosas imágenes de vírgenes, santos, animales y figuras mitológicas, que dan nombre a las calles y que no dejan de sorprendernos.

Podemos acabar la ruta por el centro histórico en la Plaza Gerson, donde se alza la iglesia románica - bizantina de Saint Paul, construida entre los siglos XII y XIII sobre las ruinas de un templo más antiguo.

   No se puede abandonar Lyon, sin conocer los orígenes de la ciudad que se remontan a más de dos mil años, ascendiendo a la colina de Fourviere en el funicular, situado en las proximidades de la Catedral o subiendo por la empinada cuesta de Gourguillon, a sus pies llama la atención la encantadora plaza de la Trinite en la que todo evoca al guiñol, hoy todavía conserva un teatro de títeres. Y es que en el siglo XIX nació el guiñol en Lyon.

   En el año 43 A.C. las tropas romanas se asentaron en la colina de Fourviere. En lo alto, se ubica la basílica neobizantina de Notre Dame, ocupando un antiguo emplazamiento romano y construida por los lioneses durante la guerra de 1870. Su interior está profusamente decorado con mosaicos y vidrieras y acoge un ajetreo continuo de feligreses que se mezclan con los turistas.

   En el exterior, un mirador ofrece sus amplias terrazas abarrotadas de público que buscan las mejores panorámicas de la ciudad, en la plaza que rodea la basílica puedes encontrar cafés, restaurantes y alguna tienda de souvenirs. Terminada la visita, es el momento de descender, no sin antes, hacer una parada para visitar los restos arqueológicos del antiguo asentamiento romano, allí  podemos contemplar los vestigios que aún quedan, el Teatro romano, el más antiguo de Francia, o también el odeón, un paseo entre piedras que nos acerca a la historia.