El Templo Sensoji, el santuario más antiguo de Tokio, sus orígenes se remontan al año 645, emplazado en el animado barrio de Asakusa, antaño epicentro de la cultura Edo y de la que aún se conservan vestigios. Símbolo del Japón tradicional, lugar de devoción dentro de la inmensidad de Tokio, está consagrado a Kannon, diosa de la misericordia. Es uno de los templos budistas más importantes de Tokio, junto al santuario Meji Jingu, más de 30 millones de fieles y turistas lo visitan cada año.
Un mar de gente atraviesa la bella Puerta de Kaminarimon, uno de los símbolos de Tokio y de Japón, con su peculiar color bermellón, de la puerta pende una impresionante linterna de color rojo. A ambos lados de la majestuosa puerta, dos dioses, Fuji-sama, dios del viento y Raijin-sama, dios de los rayos y truenos protegen la entrada al santuario de los malos espíritus, los caracteres escritos sobre el fondo blanco de la linterna significan Kaminarimon o Puerta del Trueno. Conviene detenerse en la base de la linterna para observar la curiosa imagen de un dragón, relacionado con el nombre oficial del templo, Dragón de oro de la montaña.
Cruzamos la icónica Puerta, que nos conduce a la siempre animada calle Nakamise, una larga calle comercial de 250 metros, 89 tiendas tradicionales, puestos de comida, artesanía local, souvenirs,...hasta te puedes comprar un kimono. Aunque pueda parecer sólo una calle comercial, es una de las calles más antiguas de Tokio, sus orígenes se remontan a la época Edo. No podemos dejar de deternos en sus puestos para degustar las exquisitices locales, galletas, dulces y el tradicional pan de melón...
La bulliciosa calle Nakamise nos va adentrando poco a poco en el corazón del templo Sensoji, hasta llegar a la Puerta Hozomon, sus orígenes se remontan al siglo X, de ella cuelga una linterna roja y a ambos lados de la puerta dos luchadores de sumo, que desde 1960 protegen la entrada al templo. Al otro lado, nos esperan dos enormes sandalias de paja que penden de la puerta y nos recuerdan los orígenes del templo ligados a los pescadores. Fieles budistas y visitantes cruzan la bella Puerta que conduce al salón principal del templo, a pesar de estar siempre repleta de gente se respira un ambiente inolvidable.
Atravesamos la monumental Puerta, para contemplar la bella Pagoda de cinco pisos, no es la pagoda original del siglo X, pero a pesar de estar reconstruida, merece la pena detenerse unos instantes para contemplarla y dedicarle unos instantes. Su interior, que se encuentra siempre cerrado, acoge los panteones de varias familias de Asakusa.
Antes de llegar al salón principal, observamos con curiosidad los rituales tan presentes en los templos budistas. El inciensario, donde los fieles, algunos vestidos con el traje tradicional, bañan su rostro en el humo que desprende, para purificarse y aliviar los dolores, y también la extracción de los papelitos de la fortuna, que predicen el futuro.
Antes de llegar al salón principal, observamos con curiosidad los rituales tan presentes en los templos budistas. El inciensario, donde los fieles, algunos vestidos con el traje tradicional, bañan su rostro en el humo que desprende, para purificarse y aliviar los dolores, y también la extracción de los papelitos de la fortuna, que predicen el futuro.
Subimos las escaleras por las que se accede al salón principal del Templo, Hondo, un impresionante trono de oro guarda la venerada estatua de Kannon. Cuenta la leyenda que una estatua de kannon fue encontrada en el río Sumida por dos pescadores, los hermanos Hinokuma en el año 628. El jefe de la villa, Hajino Nakamoto reconoció la santidad de la estatua, convirtiendo su propia casa en un pequeño templo en Asakusa para que la gente del pueblo pudiera adorar a Kannon. A pesar de que los fieles se agolpan sobre el cristal que protege el Hondo, pudimos admirar las magníficas obras y pinturas que decoran el techo y las paredes del salón principal.
Dejamos atrás el salón principal para pasear por los cuidados jardines aledaños, que aún conservan pequeños templos, una gran campana, estatuas de Buda y el puente de piedra más antiguo de Tokio que data de 1618. Naturaleza y arquitectura tradicional plenamente integradas, que contrastan con el Tokio más vanguardista, representado en el Skytree, que se puede contemplar a lo lejos desde el Templo Sensoji.
Visitar Japón es una experiencia comparable a salir de este mundo, no sólo por el idioma y las costumbres, sino por su increíble arquitectura, en donde da lo mismo caminar una cuadra y encontrarse un edificio ultra moderno, que contemplar monjes de un templo budista. Justo es la línea del metro Ginza, en la estación Azakuza, donde se localiza uno de los templos más importantes de Tokio: Sensoji. Construido en honor a la diosa de la misericordia. Dentro del templo, nos recibe un horno en el cual se quema incienso que purifica y da la buena suerte, hay que poner la manos sobre él y luego pasarlas sobre la cabeza. Sin duda es un sitio mágico, un buen destino a la hora de viajar por el mundo.
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