Qué visitar en Mónaco

    Qué visitar en Mónaco. La Place du Palace, el antiguo ágora del Principado, flanqueada por el Palacio del Príncipe, testigo a lo largo de su historia de la coronación de los príncipes de la familia Grimaldi y  como un buen  anfitrión, te recibe a la entrada de la Plaza  la estatua del fundador de la dinastía, Francesco Grimaldi, ataviado con su capa de monje, con la que la noche del 8 de enero de 1297, disfrazado junto a sus hombres de monjes y escondiendo bajo sus hábitos las armas, tomaron la fortaleza emplazada en lo alto del Peñón, tal magno acontecimiento quedó inmortalizado en el escudo.

    La Place d´Arms, punto de partida para visitar Mónaco y donde comienza la empinada rampa Major, que conecta el puerto con el Palacio. El camino está salpicado de miradores desde los que contemplar privilegiadas vistas de Mónaco y del puerto, en un recodo del sendero se encuentra la estatua del difunto príncipe Rainiero III, padre del actual príncipe de Mónaco, Alberto II.

    El corazón de Mónaco palpita en la Place du Palace, presidida por el Palais du Prince, situado sobre una antigua fortaleza genovesa construida por Fulvo de Castello en el siglo XIII. El Palacio, renovado y mejorado a lo largo de los siglos por los diferentes príncipes monegascos, conserva su carácter defensivo de antaño enmarcado por los torreones, luce una fachada de líneas sencillas, de estilo renacentista, pintada en tonos de color vainilla. Junto a la fachada se conservan varios cañones, regalo de Luis XIV. En su suntuoso interior destaca el Salón del Trono, donde se han celebrado desde el siglo XVI los actos oficiales de la familia Grimaldi.

El cambio de guardia se celebra todos los días a las 11,55 de la mañana, junto al la entrada principal del Palacio del Príncipe.
Para visitar las dependencias del Palacio hay que pagar una entrada que cuesta 8 euros los adultos y 4 euros los niños. El horario de visita es de 10 de la mañana a 6 de la tarde.

 




   A la entrada de la concurrida plaza, siempre atestada de turistas, se encuentra la estatua de Francesco Grimaldi, el fundador de la dinastía Grimaldi, disfrazado con su enigmática capa de monje. A pocos metros, se alza un impresionante balcón con las mejores vistas de Mónaco, siempre abarrotado de visitantes.

   Completa la amplia Plaza, el edificio donde tenía su sede el cuartel de la guarnición francesa, un palacio con fachada de estilo neoclásico.

   De la Place du Palace parten tres angostas calles, que han perdido su antiguo encanto, repletas de cafés, restaurantes con terrazas, tiendas de souvenirs, de precios caros y en las que solo encontrarás turistas. Deambulamos por el centro histórico de Mónaco, buscando algún rincón que nos pudiera sorprender, intentando alejarnos lo más posible de tanto visitante y así acabamos en la coqueta Place Saint Nicolas.

   El Palacio de Justicia, con su peculiar forma arquitectónica en forma de rotonda, es uno de los edificios más emblemáticos del Principado de Mónaco. Construido a principios del siglo XX, con toba marina, la misma piedra con la que se han edificado las murallas de la ciudad.

   A pocos metros del Palacio de Justicia, se levanta la Catedral, de estilo neorrománico, construida entre 1875 y 1903, en piedra blanca de la Turbie, ocupa el emplazamiento de la antigua iglesia de San Nicolás, templo del siglo XIII, que fue demolida en 1874.

   Accedimos al interior de la Catedral, de tres naves y planta de cruz latina, donde destacan la capilla del Sagrado Corazón y el retablo de San Nicolás de 1500, obra de Louis Brea. Visitamos la capilla funeraria de los príncipes, desde 1505 es el lugar donde descansan los restos de los príncipes monegascos, los visitantes se arremolinan en torno a la sencillas lápidas de Grace Kelly y el príncipe Rainiero III.

  Antes de continuar la ruta por Mónaco, hicimos un alto en el camino en los cuidados Jardines de San Martin, un remanso de paz en contraste con el ajetreo de las calles aledañas y en los que se puede disfrutar de los miradores con vistas a la Costa Azul. A la salida de los bellos jardines, se halla el interesante Museo Oceonográfico, obra del arquitecto Delafortrie. Inaugurado en 1911 por el príncipe Alberto I, está dedicado al arte y a la ciencia, destaca su impresionante fachada de piedra de la Turbe, que se alza sobre uno de los acantilados del Peñón.

Descendimos rodeando la Roca, camino del exclusivo Puerto de Hércules, el puerto antiguo de Mónaco, paseamos junto a las gradas y los boxes del mítico Gran Premio de Formula 1, mientras admirábamos los lujosos yates atracados en el puerto, alguno incluso provisto de helipuerto y en su mayoría, con bandera de las Islas Caimán. Fuimos rodeando el puerto hasta llegar a uno de los mayores centros de atención, el Casino.

   El Casino de Montecarlo, símbolo del lujo y el glamour del Principado, fundado en 1865 por el príncipe Carlos III. Está compuesto de varios edificios, que comenzaron a construirse en 1878. El más antiguo es el edificio de la  Ópera, la sala Garnier inaugurada el 25 de enero de 1879, decorada con columnas de mármol, oro y característicos asientos en tonos rojo, goza de gran prestigio internacional. Diseñado por Charles Garnier, el mismo arquitecto que diseñó la Ópera de París, es un fino ejemplo de la belle epoque.

   Accedimos al lujoso interior del Casino, formado por un atrio bajo columnas y revestido de mármol, lámparas de araña y frescos. Desde el atrio, se accede a a las diferentes salas de juego.

El acceso al interior del Casino es gratuito, la visita merece mucho la pena. Si después, se quiere acceder a las salas de juego hay que pagar 10 euros.








   En el exterior, la gente se agolpa esperando no se sabe qué... Salimos a la Place du Casino, a la que da la bella y espectacular fachada del Casino, en medio de la misma se encuentra un cuidado jardín, en torno al cual se exhiben ostentosos coches de  gama alta, en su mayoría porches, bentleys y ferraris que atraen la atención de todo el que se pasea por allí.

   Completa la glamurosa Place du Casino dos edificios de estilo belle epoque, el Café París con sus animadas terrazas, a pesar de sus precios desorbitados y el exclusivo Hotel París.