Dubrovnik, el tesoro medieval del Adriático

  Dubrovnik, situada a orillas del mar Adriático sobre un acantilado, resguardada entre sus murallas y cerrada al tráfico, conserva uno de los conjuntos medievales más bellos de Europa, que se ha mantenido casi intacto a lo largo de los siglos. La antigua República de Ragusa, que nació en el siglo XV, la Edad de Oro de Dubrovnik, en la que sus quinientas embarcaciones comerciaban con el Mediterráneo y Asia, atrayendo a la hermosa ciudad a artistas y humanistas, floreciendo el arte y la cultura. Un devastador terremoto y la posterior invasión de la ciudad por las tropas napoleónicas en 1808, pusieron fin a la República de Ragusa.

 

   Atravesamos las murallas por la puerta Pile, una de las dos antiguas puertas que dan acceso a la ciudad amurallada. La puerta de Pile data del siglo XVI, conservando el puente levadizo que salva el foso y que da acceso a la Plaza Paska Milicevica, donde se encuentra la Fuente Grande de Onofrío, construida en el siglo XV por el arquitecto napolitano Onofrio de la Cava, responsable también de diseñar el suministro de aguas de la ciudad. Rematada con sus dieciséis rostros arrojando agua por sus bocas, es uno de los iconos de Dubrovnik, pero por desgracia cuando la visitamos se encontraba en obras.

    Stradum, es la calle principal de Dubrovnik, ancha y llana, conocida también popularmente como Placa. Al principio de la misma, en el número 2 se levanta el Monasterio franciscano, reconstruido tras el terremoto que asoló la ciudad en el siglo XVII, dentro de sus muros no te puedes perder el magnífico claustro, con sus doble columnas y su fuente en el centro y la vieja farmacia fundada en 1317, que permanece aún abierta.

    Caminamos por la siempre bulliciosa Placa, que cruza el centro histórico, repleta de cafés, restaurantes con animadas terrazas y tiendas de souvenirs. Stradum ha sabido conservar la armonía en su arquitectura, con el empleo de los mismos materiales para todos sus edificios que han sido levantados siguiendo la misma estructura y edificados todos a la misma altura.

     El  final de la calle desemboca en la Plaza de la Logia, antaño la plaza del mercado y lugar donde se leían los edictos de la ciudad. En la bella y pequeña plaza se concentran los edificios más notables de Dubrovnik, testigos de la historia de la ciudad. En un costado se ubica el Palacio Sponza, la antigua aduana de la ciudad y casa de la moneda. Su fachada es espectacular, crisol de estilos arquitectónicos, renacentista y gótico. En su interior, una de sus salas alberga un memorial en homenaje a las víctimas de los bombardeos serbios de 1991, que no deja indiferente.

A pocos metros del bello Palacio se levanta la Torre del reloj, 31 metros de altura, símbolo del poder municipal, con una campana que hacen sonar dos curiosas figuras de bronce, Baro y Maro. La Logia de la Campana, cuatro campanas que se tañían en la antiguedad para advertir de los peligros, y a sus pies la Fuente chica de Onofrio, obra del arquitecto napolitano, Onofrio de la Cava.

    La columna de Rolando del siglo XV, se sitúa en el centro de la plaza, símbolo de la libertad de la ciudad, está adornada con un caballero medieval que blande una espada en su mano.

Completa el conjunto arquitectónico de la Plaza, la Iglesia barroca de San Blas, una de las más hermosas de la ciudad. Destaca la belleza de sus vidrieras, más visible por la noche, cuando la luz del interior las ilumina y las embellece aún más y en su acogedor interior, llama la atención el altar barroco y la imagen del patrón de la ciudad, San Blas que sujeta una maqueta en su mano izquierda, que reproduce la ciudad antes del gran terremoto de 1667 y cuya festividad se celebra en Dubrovnik el 3 de febrero.

    Continuamos la ruta girando a la derecha por la calle Pred Dvorom, donde nos encontramos con el Palacio Rectoral, uno de los edificios más interesantes de la ciudad, presidido por su magnífica fachada porticada de estilo renacentista y sus bellos capiteles esculpidos. En su interior acoge el interesante museo de la Historia de Dubrovnik.

   Rodeando el Palacio Rectoral, un pequeño paseo comunica con el Viejo Puerto, testigo de la gloriosa historia de la República de Ragusa, cuando sus quinientas naves comerciaban con los principales puertos del Mediterráneo. Hoy, pequeñas embarcaciones de recreo permanecen amarradas en el pequeño puerto, protegidas por el fuerte de San Juan. 

   Nos adentramos nuevamente en el corazón de Ragusa para visitar la Catedral, de estilo barroco, con su hermosa cúpula que destaca en el cielo de Dubrovnik. Cuenta la leyenda que fue mandada construir por el rey inglés Ricardo Corazón de León, tras haber sobrevivido a un naufragio cerca de la isla de Lokrum en 1192, a su regreso de la tercera Cruzada en Tierra Santa.

   

   A pocos pasos, en la parte más antigua de la ciudad, se encuentra la Plaza Gunduliceva, la plaza con más encanto de Dubrovnik. Todos las mañanas se celebra un pequeño y animado mercado al aire libre, donde se pueden degustar los dulces típicos de la comarca elaborados artesanalmente, los brostulani, almendras azucaradas, higos secos y nuestros preferidos, los arancini, cáscaras de naranja confitada, muy ricas y de sabor auténtico, también tiene cabida otro producto típico, la lavanda, los puestos venden esencias y bolsitas perfumadas  La coqueta plaza está presidida por la estatua del poeta Ivan Gundelic y una hermosa fuente de tres caños que arroja agua.

  Una amplia escalinata barroca en la parte sur de la Plaza Gundulic conducen a la plaza Ruder Boskovic donde se encuentra la Iglesia jesuita de San Ignacio, desde esta altura se obtienen unas buenas vistas del casco histórico que se extiende a los pies de la escalinata y de las calles escalonadas que parten de Placa y conducen a las murallas de la Puerta de Buza. La iglesia es de estilo barroco, si se visita su interior, a la entrada a la derecha se sitúa una réplica de la Cueva de Lourdes a la que merece dedicar unos minutos, así como los magníficos frescos de Gaetano García sobre la vida de San Ignacio, fundador de la orden de los jesuitas. Completa la Plaza el Colegio jesuita.

    Callejeamos por las empinadas, angostas y empedradas calles de la antigua Ragusa que nos conduce a una pequeña joya, la iglesia ortodoxa serbia, situada en Od Puca 8, alberga dentro de sus muros iconos de los siglos XV al XIX que hacen especial la visita y que por éso la recomendamos. 

   Volvimos sobre nuestros pasos para atravesar nuevamente las murallas por la Puerta de Ploce, la otra puerta que da acceso al  centro histórico de Ragusa. La puerta, del siglo XIV, está comunicada por un puente levadizo de piedra con la fortaleza Revelin.

    La calle Dominika te transporta a la Edad Media, donde el tiempo parece haberse detenido, bordea el Monasterio dominico de estilo gótico, su fachada exterior nos recuerda a una fortaleza. Destaca en su interior el claustro de estilo gótico florentino y el Museo de arte sacro con excelentes pinturas de la escuela de Ragusa, de los siglos XV y XVI.