Cuenta la leyenda que el siglo X Iván Rilski, más tarde conocido como San Juan de Rila, dejó atrás su vida mundana, alejándose de la nobleza y la iglesia para refugiarse en las montañas, donde llevó una vida espartana.Se le atribuyeron milagros, corriéndose la voz, fue así como se formaron los primeros asentamientos y comenzó la construcción de la primera iglesia.

Desde Sofía se puede ir en transporte público al Monasterio de Rila. El bus sale de la estación de autobuses de Ovcha Kupel, a 30 minutos en tranvía, números 4 y 5 desde el centro, donde a las 10,20 sale el bus que llega al Monasterio a la 1 de la tarde, tras una parada de 15 minutos en el pueblo de Rila. La vuelta es a las 15 horas y la llegada a Sofía sobre las 5 de la tarde. El precio es de 11 levas por trayecto y se paga directamente al conductor.
La carretera que nos conduce de Sofía al Monasterio de Rila es una maravilla por sí sola, pueblos con encanto, verdes montañas, frondosa naturaleza y el río Rilski, que aparece en diferentes tramos del recorrido.
A nuestra llegada, atravesamos la puerta de entrada del Monasterio y delante de nuestros ojos se abrió paso una imagen imborrable, en medio del patio vimos cómo se alzaba la bella Iglesia de la Natividad, una maravilla arquitectónica en medio de la naturaleza.
Alrededor del patio se levantan los edificios de cuatro plantas, con arcos porticados que albergan la residencia de los monjes, 300 celdas, 30 celdas para visitantes, cuatro capillas, la biblioteca, que guarda los primeros libros eslavos traidos de Venecia en el siglo XVI y el museo del tesoro. Junto a la Iglesia se levanta la torre del reloj, la construcción más antigua del Monasterio, que sobrevivió al incendio de principios del siglo XIX.

La Iglesia de la Natividad, la joya de la corona, hermosa por dentro y por fuera, admiramos las galerías laterales y el pórtico, profusamente decoradas con frescos de pasajes de la Biblia, muy bien conservados. Nos adentramos en el interior del templo, de pequeño tamaño, acogedor, formado por una nave central y dos laterales, una luz tenue ilumina el bello iconostasio, los iconos y los murales que decoran sus muros, al verlos, es dificil decidir donde dirigir tu mirada. Un conjunto en armonía, que transmite paz y serenidad y que no se ve alterado por el número de visitantes.
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